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"Mientras exista un niño, el circo no morirá jamás". Pablo Podestá

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La Cultura del Circo 21:00

Necesitamos fomentar la reflexión sobre estas artes, pues en un mundo que tiende a regirse por las realidades virtuales, el circo es un espectáculo vivo y en vivo, donde las proezas ejecutadas por los artistas son reales, sin efectos especiales ni trucos.

Ocupa un lugar privilegiado entre todas las expresiones escénicas, porque es eminentemente visual, no sufre las barreras del lenguaje y en consecuencia, resulta universal, al estar dirigido a todo el público.

El circo es el arte de la proeza y del asombro, de la precisión, de la magnificencia de los cuerpos, la pista es el lugar mágico donde se dan cita la risa y la sorpresa, la habilidad, la inteligencia, la elegancia del gesto y el sueño, volar, convivir con los animales, dominar la gravedad, la velocidad o la materia, desafiar el peligro y las leyes de la física sin trucos, computadoras, realidades virtuales o efectos especiales.

Como dijera Jorge Luis Borges: “no hay edad para el asombro” y el circo es el arte del asombro y de la precisión, de la magnificencia de los cuerpos.

El Circo en Buenos Aires 13:34

El primer circo que funcionó en Buenos Aires fue gracias a la iniciativa del Inglés Santiago Spencer Wilde.

Wilde instaló entre las calles Florida y Córdoba el “Parque Argentino” donde se presentaron los primeros espectáculos circenses con artistas nativos y los circos extranjeros que llegaban al país.

Para algunos, el primer circo netamente argentino es el “Flor América” creado por Sebastián Suárez en 1860.

De niño, Suárez conoció al Circo Olímpico de Juan Lippolis, ese encuentro lo introduce en el mundo del circo y en cada presentación circense de la zona Sebastián Suárez aprende trucos y técnicas, se pinta la cara, se pone ropas estrafalarias y se convierte en “Tony”.

Otros historiadores opinan que el verdadero circo criollo nace cuando los hermanos José Antonio (Pepe) y Gerónimo Podestá estrenan la versión pantomímica de la obra de Eduardo Gutiérrez “Juan Moreira”, poniendo en juego algo de la identidad Argentina y Sudamericana, por haber sido el primero que dejó de imitar las artes provenientes de Europa.

Es así que, en la Argentina, el 6 de octubre se celebra el Día del Circo en homenaje a Pepe Podestá, que nació ese día de 1858 en Montevideo y desarrolló aquí una labor pionera.

El circo fue el espectáculo más popular en estas tierras, durante los tiempos de la colonia y los de la vida republicana independiente.

Se dice que el primer payaso que se presentó en el Río de la Plata fue el italiano Pedro Sotora “el hombre incombustible”, quien en 1834 comía estopa ardiendo y realizaba saltos mortales ante el público de Buenos Aires y Montevideo.

Durante el período rosista, el teatro y las formas del espectáculo en general, tuvieron un fuerte impulso y apoyo oficial, incluso se conformó una escuela de actores criollos.

Los federalistas veían con gozo, al final de cada función, la quema de un desleal con el nombre de algún unitario refugiado en Montevideo.

El picadero cobra protagonismo en la escena rioplatense en forma paralela al teatro tradicional, con compañías europeas y con gran asistencia de las burguesías locales.

En 1869 llega a Buenos Aires el circo italiano Chiarini, con los números hípicos de Giusseppe Charini y la compañía conformada por su núcleo familiar.

Ese mismo año comienza a actuar en Montevideo y luego en Buenos Aires, el payaso genovés, acróbata y luchador Pablo Raffetto.

Raffetto monta una pequeña empresa y muestra su número del “disparo del cañón” en Buenos Aires y Montevideo.

La lucha se transforma en una importante fuente de trabajo para el genovés y los espectadores lo desafían a pelear en las funciones.

En 1877 se encuentra con los hermanos Podestá.

Raffetto contrata a los jóvenes hermanos uruguayos durante seis meses para realizar una gira por el sur de la provincia de Buenos Aires.

No sólo compartían un contrato laboral sino además la sangre genovesa.

Además de Raffetto, dos fueron los payasos que conquistaron al público de fin de siglo… Pepino 88 y Frank Brown.

Este último, a quien Rubén Darío elogiara en su “Autobiografía”, llega a estas tierras en 1884 con un estilo distinto al del clown criollo.

El inglés nacido en Brighton en 1858 aparece en las carteleras como “El Rey de los Clowns”.

Conoce el español y los niños los aclaman cuando lanza golosinas de una cesta a las tribunas.

Prepara un espectáculo en clave de sátira, en el que se propone como candidato al Congreso en plena campaña electoral de legisladores en Buenos Aires (1884).

En 1893, cuando Marcelo Torcuato De Alvear participaba del levantamiento revolucionario, Brown acudió al campamento de Temperley donde estaban los rebeldes, e improvisó un espectáculo con reparto de cigarrillos para los alzados en armas.

Durante algún tiempo Brown trabajó en sociedad con los hermanos Podestá.

Pepino 88, creado por Pepe Podestá, además de sus habilidades de músico y cantante, desarrollaba una suerte de espectáculo interactivo con el público con quien dialogaba y a quien involucraba en su propuesta de humor.

Pepino el 88 fue un payaso y modelo del cómico rioplatense.

El famoso personaje nació en 1881 cuando a Pepe, que era acróbata en la compañía ecuestre de Félix Hénault, le tocó reemplazar a un payaso enfermo.

Se hizo llamar Pepino y la gente le agregó el 88 porque la cifra parecía dibujada por los parches en la chaqueta de su padre con que fabricó su improvisado traje.

Sus sátiras políticas o sus imitaciones del “niño bien” o el “compadrito” influyeron en generaciones de cómicos y monologuistas, desde Florencio Parravicini hasta Enrique Pinti.

La tradición que ellos instalaron a fines del siglo pasado fue retomada luego por otros tantos pilares del humor popular argentino, que supieron trasladar el clima de la carpa a la pantalla de TV, como Pepe Biondi, “Pepitito” Marrone, Carlitos Balá o Alberto Olmedo.

En 1884 la Compañía de los hermanos Carlo había tenido una excelente temporada circense.

Los empresarios deseaban responder a la buena acogida del público con un número nuevo, original y de destaque en las carteleras.

Surge así la idea de representar un drama gauchesco en el picadero y se invita a Eduardo Gutiérrez, autor de novelas de folletín, verdaderos best sellers de la época, a preparar un guión para la pantomima “Juan Moreira” basada en su novela homónima.

Contrataron a Pepe Podestá para el espectáculo que hasta 1886 se presentó solo con la gestualidad de los actores y sin el apoyo la palabra hablada.

Pocos años después, independizados los Podestá, José escribe un libreto en base a los diálogos de la novela y se representa el “Juan Moreira” parlante.

El matrimonio compuesto por el genovés Pedro Podestá y la genovesa María Teresa Torterolo, pensaba que en Buenos Aires existían mejores perspectivas para prosperar que en Montevideo.

Ya en Buenos Aires, nacen sus primeros dos hijos.

Tienen un almacén en el barrio de San Telmo y no les va mal pero ante el rumor que hacen correr los rosistas de que si el General Urquiza llegara a entrar a Buenos Aires lo primero que haría es degollar a todos los gringos, retornan a Montevideo.

Allí nacen siete hijos más.

Uno de ellos, José (Pepe) es el primero que siente la atracción de los circos extranjeros que pasan por Montevideo y empuja a sus hermanos hasta la playa cercana para repetir con ellos las pruebas.

Los Podestá, liderados por Pepe, forman su propio circo de barrio en un galpón ubicado en las calles Isla de Flores y Convención de Montevideo y en esta aventura son seguidos por su madre que se ocupa ahora del mantenimiento de las ropas y en los días de lluvia hace tortas fritas con mate para olvidar así la frustrada función.

Después de mucho transitar los caminos de tierra con sus carretones, ofreciendo su arte de trapecistas, malabaristas, forzudos y payasos, por las poblaciones del interior de Argentina y Uruguay, los Podestá actúan en el Circo Humberto Primo de Buenos Aires (situado en la esquina de las calles Moreno y Ceballos, en parte del predio que hoy ocupa el Departamento de Policía).

Pepe con dos de sus hermanos compone un terceto audaz que figura en los programas como “Los Cóndores del Trapecio” y además se convierte en el popular Pepino 88.

Los Podestá atraían público en Buenos Aires y Montevideo.

Llegaron a recibir un premio en el teatro Colón, en un espectáculo a beneficio de los huérfanos de los batallones de Mitre.

Allí fueron aplaudidos por la poderosa burguesía rioplatense y por los representantes del poder político.

Con los Podestá se difundió el Pericón en reemplazo del folklórico Gato.

Se divulgaron gran cantidad de danzas y el tema gauchesco.

Ellos lograron hacer conocer ritmos musicales tradicionales a lo largo y ancho del territorio argentino rescatando a muchos de ellos del olvido.

El Circo Criollo 13:34

No es tarea fácil tratar en síntesis el tema del circo criollo, del que se habla poco y mal, precisamente porque la tarea no es accesible ni sencilla.

Más que a la pura erudición, hay que apelar a veces al relato vivo.

Para recuperar un importante documento de la cultura de nuestro país.

Con la excepción de los estudiosos del fenómeno teatral argentino, se advierte el desconocimiento de una realidad que asume su carácter de episodio histórico con sus protagonistas, sus héroes anónimos y sus creadores, negados o exaltados, tanto en lo interpretativo como en lo autoral.

Simplificando, se puede decir que el circo criollo es aquel que tiene pista y escenario o primera y segunda parte.

La primera parte es aquella que se desarrolla en el picadero, que en “El Circo Criollo” no se cubre de arena, sino de dorado aserrín y donde se despliegan las habilidades, los números de trapecio, contorsiones y la infaltable pareja cómica “tony y payaso o clown”.

La segunda parte es la de actuación (el drama criollo).

Los Podestá fueron los pioneros del circo criollo.

Ellos crearon la “segunda parte” con pantomima gauchesca.

El primer y más famoso drama es el titulado “Juan Moreira”, que representa la historia del gaucho perseguido por la ley, tema que retomará José Hernández en el Martín Fierro.

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